viernes, 8 de junio de 2012

al faro

Dejo pasar el tiempo y, de vez en cuando, vuelvo a releer algo de Virginia Woolf.
A veces no hace falta que sea una novela entera, tal vez unas páginas, dejo pasear la lectura por párrafos y los disfruto.
Y casi siempre, en este paseo errático por el mundo singular de esta autora, topo con alguna idea que me hace detenerme, releer y reflexionar, quizá durante días.
En esta ocasión le ha tocado el turno a Al faro , una novela especial porque me la regaló mi madre el año 1985, en una edición de Proa magnífica, con traducción de Helena Valentí.
La cubierta es de color naranja e incluye una ilustración de Aurora Altisent creada expresamente para esta edición de Al faro.
Me reencuentro con la familia Ramsay y sus excursiones a la isla de Skye y con la prosa enrevesada de Virginia Woolf.
No puedo recordar si esta fue la primera obra suya que leí, pero recuerdo claramente la estupefacción que me provocó aquella manera de escribir.
Vuelvo a sorprenderme por la modernidad de una novela escrita en 1927 y llego, como no podía ser de otra manera, el párrafo que me obliga a detenerme.
Es como si Virginia estuviera hablando de nosotros, que no sabemos qué pasará este verano, ni después, inmersos como estamos en la incertidumbre, y, sin embargo, queremos reencontrar los veranos de siempre.
Lea: "Este año, en verano, los que habían bajado a caminar por la playa ya preguntar al mar o al cielo si tenían un nuevo mensaje o una nueva visión, los hubo que prestar atención, entre las prendas que solían dar garantía de la generosidad divina-las puestas de sol en el mar, el despertar de las madrugadas, las salidas de la luna, las barcas de los pescadores a la luz de la luna, y las criaturas echándose hierbas unas a otras-en cosas que no estaban en armonía con el engrasamiento y la calma general.
Fue difícil permanecer tranquilo y no hacer ningún caso, negar que tuvieran ningún sentido en medio del paisaje; continuar paseando por el lado del mar pidiendo cómo podía la belleza exterior reflejar tan cuidadosamente la belleza interior.
"No sé si este verano podremos permanecer tranquilos, sin hacer caso de lo que pase, pero este capítulo de Al faro , se acaba con esta anotación entre paréntesis: "(Aquella primavera se publicó un libro de poemas del señor Carmichael, que tuvo un éxito inesperado.
La guerra, decía la gente, había reavivado el interés por la poesía.) "